jueves, 24 de noviembre de 2011

Arte en construcción

Arte y artistas, constructor y constructores.
Si tenemos disposición y destreza con el uso de la virtud en el quehacer; podemos decir que estamos haciendo Arte. A esto se agrega la acepción hacia la búsqueda de la estética y esta como el estudio de la esencia y percepción de la belleza.
He escuchado demasiadas veces que la belleza es subjetiva o que está en el ojo de quién la mira… Yo veo aquí dos frases que si bien parecen decir lo mismo no lo hacen.
Por un lado, decir que la belleza es subjetiva puede llevarnos a pensar hacia dos corrientes, la primera hacia un capricho dogmático: Está bonito o feo por que yo digo. La segunda es usar el término subjetivo como lo opuesto a lo objetivo, es decir al objeto exterior. Esto nos va dando alguna clave de donde está la verdadera belleza.
Por otro lado hablar del ojo de quien la mira, nos invita a reflexionar en nuestra capacidad de percepción, así como de las limitantes internas construidas durante el transcurso de nuestra vida.
La belleza proviene de lo que es puro y sin mancha, es un resplandor que nos lleva a apreciar todas las obras tanto naturales como artificiales, ya sea en los seres como en las cosas.

Cito un breve texto del diálogo Fedro de Platón:
“De la justicia, pues, y de la sensatez y de cuanto hay de valioso para las almas no queda resplandor alguno en las imitaciones de aquí abajo, y sólo con esfuerzo y a través de órganos poco claros les es dado a unos pocos, apoyándose en las imágenes, intuir el género de lo representado. Pero ver el fulgor de la belleza se pudo entonces, cuando con el coro de bienaventurados teníamos a la vista la divina y dichosa visión, …” (Platón- Fedro)
Entonces me pregunto: ¿La belleza es un término que se usa de un modo tan simplón como lo hemos escuchado miles de veces?, ¿A caso proviene de esta materia cruda? ¿O no será que para encontrarla debemos trabajar un poco mas, desbastar mas profundo?
El acto creador lleva implícita la posibilidad de construcción y destrucción, el hacer y deshacer, el formar y deformar. Del mismo modo, el artista, en un ritual de transformación en co-creación, hace uso de ese mismo poder valiéndose de todas las formas a su alcance en la búsqueda de un fin superior.
Decía Kandinski:
“Si el artista es el sacerdote de la belleza, ésta debe buscarse según el mencionado principio de su valor interior”. (W. Kandinski – De lo espiritual en el arte)
El artista transforma los materiales, forzándolos a vivir, les imprime esa fuerza que fluye a través de si mismo, desde el autoconocimiento se libera en la autoexpresión. Es ahí donde confluyen las fuerzas integradoras que abren la conciencia, de lo trivial a lo sagrado, volviendo el Arte en Arte verdadero
Renunciar a la belleza habitual, el rechazo de la belleza exterior nos abre un horizonte antes no visto y de tal forma nos brinda la posibilidad de encontrar la belleza interior representada en el alma.
Todos contamos con la posibilidad de ser sublimes artistas de esta gran Obra, solo que algunos aún no nos damos cuenta.
Enrique Walbey
Escultor

martes, 4 de octubre de 2011

"ENCONTRANDO AL HUMANO" por Ariosto Otero - Muralista

Encontrar en el volumen escultórico humano de Enrique Walbey el sentimiento del noble Escultor, nos acerca al pasado y nos pone en el presente.
El drama de la humanidad, la gesta por donde hemos transitado y recorrido la existencia. eso, es lo que podemos descubrir en cada una de sus piezas.
Su escultura nos coloca en diferentes ambientes; a pleno sol, bajo la lluvia, en la esperanza y en el ocaso del Ser; pero también, en el dolor.
El sentido épico de su monumentalidad nos absorbe, nos introduce dentro de su mundo tridimensional, pero, al mismo tiempo nos hace recordar la fragilidad del Ser. Son obras para la auto comprensión que al ser expuestas, en algunas ignorancias que abundan, producen el escozor de reconocerse y encontrarse a si mismos lo cual tratan de ocultar.
Es por eso que la obra de Walbey es tan nuestra y nos abraza tanto, que la sentimos con tanta intensidad.
En un mundo donde lo primordial para los imperios es la negación del ser humano, es justo que la obra escultórica humanista nos impacte, porque ya hemos sido penetrados por la transculturización. Las modas impositivas de la globalización han llevado a la humanidad por los caminos de no reconocerse a si mismos, multiplicando la ignorancia de los pueblos.
Para un auténtico escultor como Walbey, despojarse de su investidura y fundirse en los materiales de su obra con su congéneres, no es la ruta de la mayoría de los que ocupan la moda y alimentan solo el mundo de su propia egolatría escultórica, por ello también el espacio que hoy ocupa su obra.
La Lotería Nacional, la institución más antigua y benéfica de nuestro país, abre sus puertas a este gran escultor nuestro, en un gran proyecto cultural. Crear la nueva colección artística de la Lotería Nacional.
Con el donativo de la obra <Tierra y Libertad> de Enrique Walbey, la Lotería Nacional inicia la nueva colección artística de esta benemérita institución, hoy rescatada del olvido por su Director General, Benjamín González Roaro, para continuar el camino de la esperanza de un mejor porvenir en cada uno de los que tenemos la ilusión de ser cobijados por la diosa fortuna; y cuando no, esperamos que los pocos recursos, si es que le queda alguno después del despojo de la que es sujeta, puedan servir para aliviar las necesidades de muchos mexicanos: así mismo, la Lotería abre el recinto, para que nuestros artistas expongan su obra dignamente bajo el auspicio de la institución y en un orden regulador para que el espacio sea uno más de altísima calidad abierto al arte universal.
Enhorabuena para el inicio de esta colección con Enrique Walbey, enhorabuena para la Lotería Nacional.

Ariosto Otero  
Muralista
Octubre del 2011

jueves, 29 de septiembre de 2011

Extravíos y guías del Espíritu.



En nuestra mente antropocéntrica, 
hemos recopilado 
pequeños fragmentos de conocimiento 
que nos guían por senderos de locura y negación. 
Vagamos como almas extraviadas 
buscando la Esencia hurtada de nuestra existencia.

En nuestra condición  humana 
nos vemos empequeñecidos y arrastrados 
en un infierno de soledad y desesperanza.  
Y de este modo nos disponemos a mantener una guerra 
contra el sufrimiento en batallas interminables 
cuerpo a cuerpo, alma con alma.

Gota a gota  el llanto  se brinda al manantial de vida 
sublimando el dolor en un breve asomo de voluntad, 
así, somos guiados hacia un resplandeciente  trecho 
por el camino de la autenticidad.

Enrique Walbey




sábado, 10 de septiembre de 2011

Esencialismo 1



En una búsqueda de la Divinidad, el Ser humano
se esfuerza en reencontrarse con la Esencia interior
que le fue hurtada.
Para lograr enfocarse en este interior,
deberá eliminar los elementos de distracción, que impiden
ver con claridad, nublándole la vista, velándola. 
Estos se han vuelto un yunque que
se lleva a cuestas, así como una coraza que cubre
nuestro verdadero ser.
¿Cuáles pueden ser estos elementos prescindibles?
El dogma, el fanatismo, la intolerancia, la mecanización de la mente,
el adormecimiento del Espíritu.
¿Qué es lo que le da forma a la condición humana?

Enrique Walbey


jueves, 1 de septiembre de 2011

Una temporada en el infierno (Fragmento)



Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.
Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. - Y la encontré acerba. -
Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh aversión, es a ustedes solamente que confié mi tesoro!
Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre todo júbilo, para estrangularlo,
hice el salto cauteloso de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder la culata de sus fusiles mientras perecía. 
Llamé a los flagelos para ahogar con arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. 
Me revolqué en el barro. Me sequé con el aire del crimen. Aposté con la locura.
Y la primavera me brindó la risa repugnante del idiota.
Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el apetito.
La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación comprueba que estuve en un sueño!

                                                                                                   Arthur Rimbaud. 
                                                                                            Abril-Agosto de 1873.

miércoles, 6 de julio de 2011

Voces
                                                       Carlos Flores M.

La ética ha sido suplida por las modas, por la indolencia que nos lleva a continuar observando la vida desde ángulos obtusos, por aquello que no nos pide que reflexionemos, que luchemos por lo que es mejor, que veamos al otro lado del muro de prejuicios que nos reduce a lo vulgar. Negamos los valores que nos pueden vincular auténticamente con los demás y con sus modos de expresión. Nos detenemos ante aquellas manifestaciones a las que no estamos habituados y retrocedemos a la comodidad de la costumbre. Así en el territorio de la estética generalmente nos inclinamos por lo banal, nos inquieta lo que catalogamos como  ‘feo’ y recibimos lo que nos puede parecer áspero como un insulto personal. Mal concebimos la creatividad desde la perturbación espiritual que nos consume; comerciamos con lo barato de las formas, con lo chato en el color, con lo que no modifique el buen concepto que hemos fabricado de nosotros mismos: tenemos que ser similares a los demás aunque resultemos faltos de identidad. Temerosos nos tapamos los oídos y eludimos la voz que nos veta la máscara, que nos menciona la irresponsabilidad, que nos desnuda. Reacios a la intención que pueda proyectar la sombra que señala lo humano, desviamos la mirada y maldecimos. Entonces nos unimos a nuestros iguales para censurar eso que nos enfada, fantaseamos tal vez, en que alguien pueda gustar de un coro de ciegos que desafina, aunque sus despropósitos estén en completa discordancia con la libertad, y con la comprensión que ésta exige para con nosotros y para con los demás. Posiblemente olvidamos el haber consagrado cívicamente el derecho a la libre expresión. Gracias a ello tenemos la posibilidad de exteriorizar opiniones frente a lo que no nos convence o para optar por lo que deseamos, nuestro privilegio. Sería comprometido acallar la palabra de los demás, propiciaríamos que la nuestra fuera silenciada. Más bien, favorezcamos la ampliación de espacios para ser escuchados, así todos tendremos voz. En este país, en nuestro tiempo.
Bibliografía:

Michel Foucault, Las Palabras y las Cosas, siglo xxi editores, México, 1990.
Norbert Bilbeny, La revolución en la ética. Editorial Anagrama, S. A., España, 1997
Xavier Rubert de Ventos, La estética y sus herejías. Editorial Anagrama S. A., España, 1980


miércoles, 22 de junio de 2011

Enrique Walbey. Genealogía de la Obra.

Walbey. Genealogía de la Obra.
                                                               Carlos Flores-Michel  
El expresionismo del S. XIX surge como una contrapropuesta a la obra de los Impresionistas quienes sustentan su movimiento sobre una base de índole positivista, exponen el contexto preciosista de la Belle Epoque y publicitan el optimismo que impera debido a las ofertas de progreso ilimitado concebidas por el cientificismo.
El expresionismo, busca por otras rutas la reivindicación del individuo, a través de la palabra del inconsciente colectivo, de las emociones del artista y de su intuición, esto se alcanza a veces por medio de la deformación visual del cosmos y de la explosión de colores y formas que violentan la realidad, o del reflejo de la angustia del ser humano ante la incertidumbre. Los expresionistas objetan la perfección del afuera interpretando al mundo desde una subjetividad que se exterioriza en la revelación de lo feo, de lo vulgar, con lo que denuncian los tabúes y el orden ilusorio de los valores reinantes. Luego, Feuerbach nos remite al materialismo, al hombre como ser real y concreto, responsable y dependiente de sí, por la conciencia de si mismo; Husserl estudia a la esencia y propone la facticidad para comprender al hombre y al mundo; Scheler confiere a la ideación las formas esenciales en que los objetos son comprendidos. Walbey, nos distancia del engaño actual al recuperar la simiente del Expresionismo y elabora la teoría sobre un nuevo Esencialismo, que nos entregan la figura en su brutalidad y restituyen la divinidad que la religión hurtó a su espíritu. Formas en tránsito, disponemos del cuerpo como goce y como sufrimiento, éste, nos dota de la evidencia del ser al contrastar su expresividad sobre la nada, y al diferenciarla de la del otro, nos posibilita como individuos. En este nuevo milenio, cómplices de las fuerzas que nos conducen, operamos como cuerpos hambrientos de juventud perenne y de inmortalidad; pero el Arte que Es, nos confronta dolorosamente con la finitud al exhibir la angustiante decadencia de la humanidad y la irrevocable presencia de la muerte, y en ese gesto, nos libera.

Ludwig Feuerbach. La esencia de la religión, Tomás Cuadrado (ed. y trad.), Madrid, Páginas de Espuma 2008.
Edmund Husserl. Ideas Relativas a una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica, Trad. José Gaos, Fondo de Cultura Económica, México, 1949, 1993
Max Scheler. Esencia y formas de la simpatía, Ed. Losada, 2004
Martin Buber, ¿Qué es el hombre?, Fondo de Cultura Económica,
Breviarios, México, 2002.

Enrique Walbey - Martirologio

                                                                         Carlos Flores Michel


El sacrificio, ha sido, desde el comienzo de la Historia, inseparable de cualquier visión en la que el hombre ansíe lograr un vínculo con los poderes que pueblan el cosmos. La ofrenda, animales o seres humanos, es inmolada en nombre de la divinidad. Las víctimas no poseen conciencia del porque están ahí, los mártires sí. La víctima huye del dolor, el mártir lo asume. La víctima es atormentada contra su voluntad, el mártir asiste. A partir del nacimiento de la cristiandad ese leitmotiv se hace patente en los catecúmenos, y se homologa a la Pasión de Cristo, quien a su vez es simbolizado por la Iglesia de Pablo en la figura del Cordero Pascual. Así en la cultura occidental se halla en el dolor corporal inflingido por otros o autoinflingido, con intención previa, el mérito para ganarse la eternidad plena. No obstante, desde la Edad Media hasta la época del Marqués de Sade, y más allá, se asocia al martirio con el erotismo, antítesis del discurso religioso donde el dolor y el placer deben estar disociados. A partir de la Inquisición se funda la tortura con propósitos de control, en este caso de la religión, aunque ya es utilizada en Francia e Inglaterra en clara referencia a una dominación del cuerpo civil por el Estado. El suplicio se transforma así en un holocausto al dios Global, totalitario; cabe mencionar que esta figura ha logrado mucho más víctimas que mártires en la modernidad.
Produce extrañeza que la presencia de la víctima provoque horror, la del mártir fascinación. Al observar nuestras reacciones ante la disposición del mártir, percibimos como nuestros códigos morales se confunden con los instintos, y como los extravíos del espíritu sacuden nuestro lado oscuro aunque procuremos negarlo. Atendiendo a este reclamo, Walbey transmite esa particularidad que nos inquieta agitando al instinto para reducir a la razón a mero instrumento del inconsciente, que nos previene acerca de la violencia del martirio, y nos predica de la mística que camina más allá del sufrimiento.



Bibliografía y documentación.
Georges Bataille, El Erotismo, Tusquets Editores, México, enero de 1997.
Michel Foucault, Vigilar y castigar. siglo xxi editores, s. a. de c. v. , México, 1991.
Josexto Beriain, La lucha de los dioses en la modernidad. Anthropos Editorial, España, 2000.
Hieronimus Bosch, El Jardín de las Delicias (El Infierno, detalle). 1480-1490.
Pascal Laugier, Mártires, Videomax, TM y Copyright 2009 by Warrior Brothers.


sábado, 11 de junio de 2011

Nada

Enrique Walbey blog


Nada

Ella busca emular los ojos repletos. Posa con sobriedad. El retrato ha de quedar esta  semana. Han de quedar los ojos repletos, no los que se vaciaron sobre aquella carita pequeña al apagarse.  Ha de quedar la melena sana, no la descabellada. Ha de quedar una sonrisa, no la que se llenaba de esas manos delgadas que aplaudían cualquier cosa. Han de quedar las mejillas rosadas, no las que el niño se cansó de sujetar entre sus manos. Ha de quedar el cuello, no el que se inclinaba, amoroso, a consolarlo. La frente en alto, no la que se sumerge en el recuerdo niño. Los hombros altivos, no los cansados de abrazarla en escondite perpetuo. El pecho erguido, no el que llueve por dentro, jaula de ese corazón machacado: el que fuera nido y manantial de su hambre virgen. Los brazos sueltos, serenos, a los costados, no los que tiran de esa pesadilla lumbre. La piel joven, no la que murió atada a esa risa bajo las sábanas; la misma que ha enmohecido por dentro y no cicatriza. El vientre delgado que insinúa ese vestido lujo, no el que lo sostuvo en milagroso rito. Las piernas cruzadas en pose perfecta, no las que apenas pueden con ella y su nuevo peso, de plomo, las que tiemblan y debaten si tiene sentido dar un  paso. Los pies en la zapatilla, no los que han olvidado andar, no los sin dirección. Los pies, hojas secas.
Ha de quedar lo figurativo y no lo abstracto. Lo objetivo y no, lo subjetivo. Lo objetivo, de encontrarlo.



Has de saber,  Marcela, que al pintor tanto le da que te duela. Que él repite tu gesto sin saber lo que contiene, sin imaginar siquiera la multiplicidad de tu desgracia, que Mariano no aparecerá en el retrato. De ninguna forma, aunque lo lleves tatuado en la frente y en las sílabas, aunque tú lo sientas reírse contigo y por la pose que adoptas, aunque tú escuches que juega a poca distancia del pintor, aunque esté ahí mismo pidiéndote un dulce antes de comer; sí, aun cuando tu mirada se detenga en ese horizonte de contarle las pecas, aún así, no asomará como una extensión tuya, nada de eso.


Y no, lo tuyo no es un retrato, es sólo lo  que él se inventa, una hermosura que desconoces, que si tuviste eres ya incapaz de recordarla; una sonrisa que ni en sueños te empata con la Mona Lisa, porque en la tuya no hay enigma ni misterio,  hay un porqué pletórico de tu gesto vacío, hay tragedia, hay valor de afrontar los amaneceres de una vida desierta, un desierto extenso y transparente; no hay pincel ni color para los trazos que modelen tu sonrisa; no hay blanco que encienda un destello en tus ojos, no, nada de eso, porque al pintor tanto le da estar atento a los significados, porque los tuyos serían terribles, o nulos,  porque sería un cuadro blanco, enteramente blanco, o negro, despiadadamente negro, como un cuadro de Malevich. 


Y porque no se trata de eso, sino de que se lo han pedido con miedo de perder o ver desaparecer lo que te queda, a sabiendas de lo que sigue, que será marchito; que cada día te apagas algo más, que de mirarte dan ganas de llorar, que el niño de tus ojos, porque en tu caso es el niño y no la niña, tuvo veneno en la sangre, porque nadie tiene la culpa, aunque te sepa a tuya, porque …¡joder! la vida sigue, aun así, aún miserablemente jodida pero sigue, y tenías que saberlo, Marcela, tienes que saberlo, aunque te pese, aunque lacere, aunque desees que la vida se marchite contigo, que se esfume; aunque quisieras que de golpe, el pintor volviera los ojos de la paleta y no encontrara nada, porque sería el retrato más justo y más espléndido de lo que eres, el más preciso: Nada. 
Porque sería bueno saber qué entiende él por nada y cómo la representa, pero, nada, sigues ahí con tu cara mustia y  forzada, obligada a fingir lo que no eres, a hacer aparecer palabras gentiles que no nacen, o que nacen muertas, como debió nacer Mariano , en todo caso, para evitar que cada día le tomaras más por tuyo,  para morir antes de desbordarte por él, antes de ser nada, como tú ahora, que te esperan mujer y te esperan esposa y te esperan renovada y a ratos, amante. Nada. 


Apenas estacionar un gesto que le recuerde a tu marido cómo luce  la sonrisa en tus labios, para que intente recrear ese color de ojos que Mariano avivó,  ese rojizo tono de pelo que tanto te lastima ver de nuevo, y nada, que ojalá te quedaras ciega para no decir “esos ojos, ese color de pelo”, y desmemoriada, para no saberlo tampoco, y sorda , para no empatar todos los nombres con ese único nombre clavado en tu lengua , y loca,  porque  sería más conveniente, porque es divino confiarse a la locura, decirse estar loco cuando a uno le duele todo por dentro, le duele la memoria y el alma; sí, porque estar así,  frente a un plato de papilla y una mano ajena que te alimente se vuelve la ilusión más grande, y sí, pero nada, ahí sigues, con tu gesto de señora, con la joyería encima que detestas, con un tipo al que no has  de gritarle que se vaya al diablo, porque necesitan algo más de tí que tu pesadumbre, que tu frontera de muerte, que tu palabra vacía, que tu humanidad hiriente y a medias, y tus pasos secos, otoñales,  y tu  futuro ofensivo y tu presente lastimoso, por eso y nada;  porque dejaste de habitar el negro de tus ojos que este señor elogia y que dejó de ser el negro azulado de los cuervos  para ser el de los zopilotes, y la gracia del movimiento de tus dedos, su aleteo, sí, porque quedaste desguangüilada  y quedas como la piel del maniquí, así, así de absurdo todo esto, porque la única palabra que llegas a escuchar es :“mamita”. 


Sí, porque el diablo asomó la cola en ese cuerpito de tres años, porque tus brazos se vaciaron al dejar esas flores encima de la tumba y ahí quedó tu fuerza última, por eso, nada más, porque este juego es necio, porque el pintor insiste en estar del otro lado de tu dolor, porque el tuyo no lo vence, porque busca tu presencia que no existe, porque ah, cómo te debeló Mariano, cómo te rindió a tu propio destino, cómo se quedó dentro, que ni el padre sabe lo que te tuerce su falta, que ni entiende cómo, porque ser padre no se acerca nada a lo que uno siente, que tus pasos se hayan vuelto huecos,  y nada, que el hombre pide el fuego que tus cenizas niegan y no habrá más que darle. A nadie, porque aquella actitud dante que te definía, se enterró ahí, ahí mismo, apretadita, a la justa medida de los brazos niños y amarrada entre ellos. 
Dale, que le siga, que se apure, que si acaso asomará algo será una lágrima, otra nueva, una más, que si algo lo interrumpirá no será de golpe tu sonrisa sino las huellas de las manitas embarradas de cajeta en el muro que da contra tu espalda  o el gemido del cansancio de Mariano que ya te espera concluir este absurdo para correr a abrazarlo y  acunarlo ahí mismo, que lo único que esperas que te supla es ese maldito retrato, que sea soberbio, que cubra las necesidades de quien lo exige, que pueda tu marido vaciarse en esa imagen, que le sirva, que te sustituya y te supere por mucho y puedas así dedicarte a acunarlo sin prisas y sin decepcionar a nadie…

Y ha de quedar esta semana. Así sea. Amén.

Irma zermeño (c).

lunes, 23 de mayo de 2011

José Antonio Fernández da su opinión sobre las esculturas

Las esculturas aspiran siempre a ser una expresión artística. No hay arte bonito o feo, hay arte que expresa, que comunica, cuando lo consigue con mayor fuerza es cuando trasciende más.

Las esculturas de Enrique Walbey que fueron retiradas de la avenida Acoxpa, tienen un alto poder de expresión artística.

Una de ellas en particular, El grito, la que estaba ubicada frente al nuevo centro comercial de Acoxpa, es de una gran fuerza. Sin duda es estética, pero incomoda. El cuerpo de la mujer no es el de la belleza de una joven.

Walbey rompe con el sentido clásico de la estética al presentar cuerpos desnudos que no son los clásicos que buscan dar vida a la perfección, por el contrario sus figuras permiten ver seres humanos llenos de defectos que están cargados por una tremenda energía que inquieta a quien los mira.

Walbey no da descanso al espectador, sus figuras humanas con movimiento sin fin son explosivas. Disparan su temperamento duro y poco esperanzador hacia todos lados. El observador puede conectarse con ellas desde cualquier punto de vista, en todos los casos encontrará que tienen vida propia y que se sienten amenazadas. Algo las atemoriza. Quien las ve debe interpretar.

El escultor puede o no crear obras que tengan que ver con su momento, Walbey está siendo impactado por la dramática realidad actual y esa realidad llena de incertidumbre y miedos que también existe le golpea y la ha hecho escultura.

Quitar las esculturas de Walbey de la avenida Acoxpa me indica que creó obras de arte tremendamente expresivas. En el lugar que las coloquen impactarán directamente el alma de quien las mire. Colóquenlas donde quieran, son esculturas de este tiempo que por supuesto hay que defender (comentario de José Antonio Fernández - periodista).

miércoles, 18 de mayo de 2011

CONSUMMATUM EST

El arte urbano es hoy un medio de expresión y reflexión, y no puede estar encasillado como ornamental o por tendencia alguna. Está para que nos guste o nos disguste, pero tiene el derecho de exhibirse en la vía pública en toda su diversidad de expresiones y de formas estéticas.
Como una buena amiga me dijo: “El expresarse ante los demás no solo es válido sino valioso”.

El pasado mes de enero presenté estas tres esculturas monumentales:
Tierra y Libertad, Hombre de a pie 4 y Figura masculina 3, contienen un claro obscuro humano donde las zonas en sombra hacen resplandecer la luz y la virtud del ser mediante el lenguaje corporal.
Hay momentos en que para ver la luz se requiere de las tinieblas.
Cumplen su cometido siendo un reflejo que ha fascinado o estremecido a mas de uno.

Al pensar que no viendo y retirando a esta dama y a los dos caballeros que la acompañan, van a dejar de existir y los van a callar, temo afirmar que no será así, así estáticas, están en movimiento y no se callan.
Estamos tan necesitados de ser "escuchados" que llega un punto en el que gritamos cualquier cosa, estas piezas justo tienen este mensaje de hacerse escuchar, podemos elegir voltearnos y hacernos los sordos, o podemos permitir que los demás griten y se expresen en conjunto con nosotros.

Ahora recorrerán nuevos espacios y sin importar donde sean llevadas seguirán moviendo la conciencia de mas personas con su monstruosa belleza y su brutal esencia al descubierto.
Entiendo y soy empático con los ciudadanos que discrepan de estas figuras,    así como lo soy también con los que les agradan.
Como autor de la obra he decidido no hacer uso de mi derecho intelectual de no ser removido y en cambio en este acto cívico, pacifico y de respeto a la cultura en todas sus manifestaciones las remuevo bajo protesta.
Esta obra como baluarte de Libertad de Expresión y tolerancia, será acogida por la Galería Casa Frissac en el centro de Tlalpan.
Gracias a todo aquel que de un modo u otro ha sido parte de este “performance” social involuntario.
CONSUMMATUM EST

miércoles, 4 de mayo de 2011

Estética - ponencia de la conferencia Arte Urbano


“Yo no tengo la culpa de que la vida se nutra de la virtud y del pecado, de lo hermoso y de lo feo”.

La estética es la rama de la Filosofía que aborda la percepción de lo observado por un sujeto, es decir, se aproxima al proceso de  cómo percibimos los distintos fenómenos relacionados con la producción artística del ser humano.
Armonía, equilibrio, proporción, composición, simetría, son los atributos que buscamos en una obra de arte; son conceptos que, aunque desconozcamos acerca de historia y crítica artística manejamos de manera deliberada. Parece que estoy escuchando a las damas que deambulan por el museo “presumiendo” su exquisito gusto y su amplio conocimiento sobre asuntos del arte: “Hermoso, sublime, se parece a Renoir”; “nada qué ver con el Greco”, o “se parece a Chirico, sí, definitivamente Magritte tiene gran influencia de él”. Y no se hable del arte contemporáneo que guarda tantas aristas aún no exploradas y tantas zonas sombrías en su discurso. Mas, no atribuyamos el problema de la estética solamente al arte contemporáneo. A lo largo de la historia del arte, los contrastes entre lo feo y lo bonito, lo académico y lo reaccionario han hecho de este inigualable sendero del arte, algo inaudito e irresistible.
Los artistas han establecido cánones y después otros los han quebrantado, han impuesto reglas y otros las han violado, la “academia” ha consolidado modos para crear y otros los han sobrepasado. El arte ha sido a través de su historia lo más contrastante que existe en las producciones culturales. A veces es tan armónico que fastidia, otras tan agresivo que impacta, algunas más es empalagoso y engolosina; otras es sanguinario y explícito y llega a atormentar. La mayoría piensa que el arte está elaborado, ex profeso para relajar, entretener, llenar de placer los sentidos. Sin embargo, el arte trasciende estas intenciones y más bien debemos entender que el arte tiene como destino transgredir nuestra cotidianeidad y hacernos pensar, estimular la imaginación, poner a prueba nuestro intelecto, nuestro conocimiento y hasta nuestra percepción. El arte es un ejercicio arduo en el que debemos entrenarnos para no permanecer en el status de aquéllas de las que les platicaba hace un momento que afirman con una fuerte convicción “esto es horrendo, prefiero el arte del pasado”.
Carolina Arriaga Dorantes
Asesoría Cultural
Historiadora de Arte

lunes, 25 de abril de 2011

Luces y sombras.





Un claro obscuro humano donde las zonas en sombra hacen resplandecer la luz y la virtud del ser mediante el lenguaje corporal.
Una mujer que levanta su mano clamando a la divinidad, una mujer harta de sufrir abuso y discriminación, cansada de llevar a cuestas una carga impuesta de sometimiento y machismo. Una mujer que va hacia el frente y no permite que se le margine. Una mujer libre con el cabello suelto rompiendo contra el viento.
Un hombre vulnerable y fuerte a la vez, seguro de si mismo. Un hombre que mira hacia el horizonte con la perspectiva de un futuro cercano.
Un hombre que yergue sus brazos como primer movimiento ante una futura evolución. Un movimiento que lo sacará del anquilosamiento social en el que ha vivido hasta hoy.
La elección es personal ¿Que quiero ver?, ¿Desgaste y deterioro? O fuerza y evolución.
Hay momentos en que para ver la luz necesitas de las tinieblas.


Enrique Walbey                                                                                                           
Escultor.
www.walbey.com




domingo, 27 de febrero de 2011

CUANDO NOS DECIDIMOS A SALIR DEL GHETTO.


En el transcurrir de la historia, la expresión humana se ha vuelto cada vez mas directa y diversa, buscando espacios para presentarse y exhibirse.
Ante esta realidad, hemos ido creando y perfeccionando áreas, espacios, locaciones, casas, ex haciendas, castillos y demás, donde podamos  realizar estas actividades tan intrínsecas a nuestra especie. Crear, expresar, sentir.
No se si de manera inconciente o mediante algún tipo de directriz, logramos llevar estos espacios a un nivel del cual parece que no podemos alejarnos mas.
La expresión visual se encuentra dentro de lo que parecieran ser asilos y manicomios del arte.
A estos espacios algunos sectores de la sociedad se acerca por curiosidad eventual, “a ver que nuevo loco hay” o “veamos al creador serial del cual tanto se ha hablado”.
Vivimos día con día retos “aspiracionales” que nos invitan a tener en lugar de ser.
Este “consumo aspiracional”, no tiene que ver con necesidades, sino con la pretensión de status, con una imagen idealizada de nosotros mismos y de cómo queremos que nos vean,  la cual puede o no coincidir con una obra de arte.
Nos enfrentamos a un fenómeno social de completa negación en el cual lo que nos conflictúa,  lo que no nos agrada, lo que nos estorba, lo que nos mueve de nuestra zona de confort o bien lo que fracciona nuestro “status quo”, lo enviamos a asilos o por lo menos fuera de la vista.  Si no lo veo no existe.
O entramos en un proceso de maquillaje o máscaras donde nos ocultamos detrás de  apariencias  y doble moral. 
Nuestro modo de acercarnos al arte tiende a ser muy básico, delimitándolo  a  simples opiniones de agrado o desagrado, lo cual resulta entendible ya que no se nos acerca con suficiente frecuencia, mas aun cuando se expresa fuera de sus recintos habituales, Como resultado nos es fácil crucificar al arte.
Hemos creado verdaderos “campos de concentración” artística.
Salir del Ghetto es solo un primer paso para crear una convivencia sana entre los creadores y la sociedad. Romper barreras de intolerancia  y  romper con este cinismo consumista. Transformar los campos de concentración en recintos donde el arte pueda entrar y salir sin escándalo alguno.
Los primeros pasos fuera pueden ser tímidos, con coqueteos o con gritos de desesperación. El hambre existe, el desgaste humano existe, la depresión existe y expresarlo no solo es válido, sino indispensable.
E. Walbey.

martes, 8 de febrero de 2011

El dolor como esencia.




Ocurre en el transcurrir del alma humana la intención que opta                         por experimentar sobre la forma que no concede amparo al corrompido recreo de la conciencia y tampoco asiste al manoseado expediente              de lo pulcro. Ocurre como piedra pendiente del vacío, como pozo              que se adueña de la tierra, como silencio crudo.

Al relegar la cosmética, artificio de aquellos que se guardan tras el muro     de la pornografía decorosa, con la que se pretende chasquear la mirada      de la muerte, Walbey acepta que la anatomía, aunque vigorosa, también pueda expresarse desde la vulnerabilidad, así concede a la figura unas extremidades poderosas, piernas, muslos y glúteos que se arrogan                      el ambiguo poder de seducir y al mismo tiempo soportar pecho y abdomen afligidos por carnes adiposas que descansan sobre una musculatura        que apenas se atreve a declarar su presencia.

El gesto revela la postura de quien ha escarmentado en la dureza de una vida mediada por la subordinación: Los hombros ligeramente empujados   en diagonal, brazos que no encuentran lugar de sosiego y esconden incidentalmente tras la espalda sin dar explicación o ejecutar reclamo, arriba, el cuello estira doloroso hasta llegar a un cráneo que no es                 y que,  al vincular propensiones, se transfigura en falo que ha de sustentar su causa en oquedades.

Una mujer embarazada de rostro inédito, pechos desecados, extremidades que terminan en pies y manos macilentos, es sostenida por un cuerpo penosamente erguido interrogando al cielo sin esperar asilo, consolando,    a la vez que extiende, la privación de amparo al compañero-hijo,              quien al asumir el ademán de la derrota entrega sus ojos a la tierra.




Luego, al girar el rostro, se nos obsequia con la vista de mujeres en grupo, solidarias, tiernas: son las Gracias, que han persistido en la búsqueda           del auxilio divino, imposible o tardío , agobiadas por una dádiva en espera de ser; cada una de ellas oferta brazos y piernas despojados de sustancia, manos y pies tan desmedidos que acentúan el dramatismo de la morfología, pudiera decirse que la vida hubiese escapado de ellas aún antes de haber tropezado con la muerte.

Trazos que se adhieren a nuestro espíritu por la fortaleza de la expresión, por el desmadejamiento, por un divisor común, adjudicarse la realidad sin pretextar ignorancia, desviando la mirada del lugar donde se encuentra       el bienestar, precario valor de uso que los extraviados han tomado como propósito de vida.

Walbey opone a la visión posmoderna del ser humano -individualizada funcionalmente, aunque repetición del otro- la imagen desnuda                  del infortunio que al rozarnos indistintamente nos diferencia, del riesgo   que ineludiblemente nos reduce,  asunción  de una cosmología                 que evidencia desde la práctica de una estética  personal, aquello             que nunca hubiéramos deseado que sucediese y fue, a causa                        de la probabilidad, de la suerte, presupuestos en los que estamos insertos aún antes de nacer y que se presentaron por intermedio de nuestros padres, de nuestros cómplices o rivales, de la sociedad como agente de lo adverso.

Erótica que privilegia el dolor, sustantivo de la existencia y aprendizaje         que nos modela, roca que habremos de escalar o no y la que jamás -a pesar de los engaños que el temor haya entreverado en el cotidiano transitar-
 habremos de eludir,
                                                          Carlos Flores-Michel
                                                           Ciudad de México en el Nuevo Milenio.

jueves, 3 de febrero de 2011

Imaginario Walbey 1


Con la crudeza que caracteriza mi obra, presento tres esculturas monumentales sobre el camellón de Av. Acoxpa.
La intervención de las esculturas en la vía pública provoca sensaciones de extrañeza, indignación y sorpresa “hasta ocasionar
infartos...”  o así se ha escrito.. será?
Al mostrar figuras famélicas y desgastadas de vientres protruídos, se reflejan en el exterior de cada pieza imágenes que quisiéramos
que no existieran pero existen y no podemos maquillar más. Expresión de indiferencia, lasitud y desesperanza se muestran ante el peatón.
Cuando se nos llena la boca hablando de belleza o fealdad, no podemos dejar a un lado siglos de evolución en la historia del arte desde monumentos monolíticos hasta instalaciones conceptuales.
Para señalar solo algunos momentos de esta historia, cito al historiador E. H. Gombrich refiriéndose a la corriente expresionista de finales del S. XIX.
“Lo que iirritó al publico en el arte expresionista no fue tanto, tal vez, el hecho de que la naturaleza hubiera sido trastocada como que el resultado prescindiera de la belleza”. Y sin embargo me pregunto, ¿Cuántas veces en la historia de la humanidad hemos cambiado el concepto de la belleza?, ¿Cuántas personas
se obsesionan por alcanzar en sí mismas un ideal, de tal forma que están dispuestas a arriesgar su salud y vida por llegar a el?, ¿Acaso no existe belleza
en el desgaste del quehacer humano?
“Ni la <<fidelidad a la naturaleza>> ni >>la belleza ideal>> que fueron temas gemelos del arte europeo, parecían haber preocupado a aquellos artesanos primitivos, pero sus obras poseían, justamente, lo que el arte europeo dijérase que había perdido en su prolongada carrera: expresividad intensa, claridad de estructura y una espontánea simplicidad en su realización técnica.” (E. H. G.)
México no es el París de Haussman, ni tiene por que ser, ya que su grandeza
radica en su diversidad y complejidad cultural. O será que seguimos siendo atraídos por la idea de una estética napoleónica-porfirista?
“el acento se carga en la creación y sobre las cosas”, “no precisamente una copia de un objeto real, por hábil que sea, no un trozo de decoración, por diestramente que se realice, sino algo mas importante y duradero, algo que considera posee mayor realidad que los objetos vulgares de nuestra monótona existencia. Si queremos comprender esta situación espiritual, debemos retroceder a nuestra infancia..” (E.H.G.)
La sociedad avanza en la medida en la que se enriquece su diversidad cultural
y logra salir del deseo de permanecer en un pequeño caño que lo limita e impide su desarrollo.

Enrique Walbey
Escultor
www.walby.com.mx, www.walbey.com

martes, 1 de febrero de 2011

FIGURAS MASCULINAS


Seres sensibles y anónimos que se comunican mediante movimientos propios e irrepetibles, reconociéndonos al vernos reflejados en ellos.
Seres que al querer reencontrarse con esta tierra, deambulan por caminos de depredación y miseria. Eternos migrantes con nombre, apellidos y nación, incapaces de reconocerse a si mismos.
Los abusos cometidos en su máquina de trabajo, abusos de largos y extenuantes quehaceres imposibles de ocultar, no permiten esconder ni fingir las lágrimas de pudor que su laxitud refleja.
Pueblo en desarrollo. Homenaje a ese Pueblo, reconociendo a los marginados.
Un paso fuera de la desesperanza en búsqueda de identidad.

CLAMANDO JUSTICIA – TIERRA Y LIBERTAD


Un cuerpo lleno de surcos, ganados con el tiempo destiempo, llenos de memorias que no suelen ser gratis.
Erosiones como si el viento comiera golosamente cada milímetro de su ser.
Sus músculos prueban el desgaste del quehacer humano, antes firmes y resplandecientes hasta provocar miradas elusivas, lascivas, hambrientas de actos deseosos de posesión. Ahora reducidos a lástima y degeneración de extraños.
La provocación corporal ha tornado a una provocación mental que induce al cariño y amor adquirido en la vivencia.
Cada nervio de su masa corporal es la expresión cotidiana causa de la desmesurada agitación al andar hacia horizontes irreales.
La Tierra; esencia de vida y de procreación; elemento feráz que permite el nacimiento de seres vinculados a ella por siempre.
Expresión de viejos pueblos que después de cientos de años no han conseguido ni tierra ni libertad. Tierra es su esencia y Libertad solo en su alma.

HOMBRES DE A PIE

Helo ahí sobreviviente de este mundo que nos ofrecía, ofrece y ofrecerá la dicha.

El sostén de su cuerpo articulado casi desarticulado son esas fieles piernas, que sin protestar se mantienen,  aún cuando rechinan a cada paso no dado, de huesos y carne en dolor.

En firmeza se yergue mostrando su fuerza en el labrar día con día.

El anhelo de continuar rompe la tirantez e inflama su tórax contenido.

Una frente disminuida, que con cada quejido lleva por delante el pensamiento placentero de un futuro cierto, incierto, enmarcada por sus brazos que apenas conservan la rigidez y fuerza para elevarse, encontrando  el camino hacia la grandeza.