jueves, 29 de septiembre de 2011

Extravíos y guías del Espíritu.



En nuestra mente antropocéntrica, 
hemos recopilado 
pequeños fragmentos de conocimiento 
que nos guían por senderos de locura y negación. 
Vagamos como almas extraviadas 
buscando la Esencia hurtada de nuestra existencia.

En nuestra condición  humana 
nos vemos empequeñecidos y arrastrados 
en un infierno de soledad y desesperanza.  
Y de este modo nos disponemos a mantener una guerra 
contra el sufrimiento en batallas interminables 
cuerpo a cuerpo, alma con alma.

Gota a gota  el llanto  se brinda al manantial de vida 
sublimando el dolor en un breve asomo de voluntad, 
así, somos guiados hacia un resplandeciente  trecho 
por el camino de la autenticidad.

Enrique Walbey




sábado, 10 de septiembre de 2011

Esencialismo 1



En una búsqueda de la Divinidad, el Ser humano
se esfuerza en reencontrarse con la Esencia interior
que le fue hurtada.
Para lograr enfocarse en este interior,
deberá eliminar los elementos de distracción, que impiden
ver con claridad, nublándole la vista, velándola. 
Estos se han vuelto un yunque que
se lleva a cuestas, así como una coraza que cubre
nuestro verdadero ser.
¿Cuáles pueden ser estos elementos prescindibles?
El dogma, el fanatismo, la intolerancia, la mecanización de la mente,
el adormecimiento del Espíritu.
¿Qué es lo que le da forma a la condición humana?

Enrique Walbey


jueves, 1 de septiembre de 2011

Una temporada en el infierno (Fragmento)



Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.
Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. - Y la encontré acerba. -
Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh aversión, es a ustedes solamente que confié mi tesoro!
Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre todo júbilo, para estrangularlo,
hice el salto cauteloso de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder la culata de sus fusiles mientras perecía. 
Llamé a los flagelos para ahogar con arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. 
Me revolqué en el barro. Me sequé con el aire del crimen. Aposté con la locura.
Y la primavera me brindó la risa repugnante del idiota.
Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el apetito.
La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación comprueba que estuve en un sueño!

                                                                                                   Arthur Rimbaud. 
                                                                                            Abril-Agosto de 1873.